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Cada Día con Dios (FORTALEZA PARA LUCHA)

8 de Febrero


FORTALEZA PARA LA LUCHA
Porque Jehová el Señor me ayudará, por tanto no me avergoncé; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado. Isa. 50: 7.


Usted ha sido comprada por un precio infinito y no se pertenece. Su alma, su cuerpo y su espíritu pertenecen a Jesucristo y, con toda humildad, pero con firmeza y decisión, debiera decir: "Pertenezco al Señor. Lo serviré con todo mi corazón, mi mente, y mis fuerzas".
No se desanime si encuentra oposición. Por ahora puede resultar placentero dejarse llevar por la corriente porque es fácil descender de la justicia y la santidad a las tinieblas y la transgresión, mientras quien trata de alcanzar las playas eternas tiene que combatir contra viento y marea. El mundo respeta, estima y admira la fe y la religión que no manifiestan un espíritu agresivo ni despliegan una actividad heroica, sino que, por el contrario, se han contaminado con las corrientes mundanas...
La burla que procede de los que desprecian la verdad de Dios, es un cumplido para la integridad cristiana. Si perteneciera al mundo, podría gozar de sus sonrisas, su alabanza y su aplauso. Si Jesucristo, la esperanza de gloria, mora en usted, su espiritualidad rechazará el orgullo y las extravagancias del mundo...
La oposición que encuentra le resultará ventajosa en muchos sentidos. Desarrollará ciertas virtudes cristianas que rara vez surgen en la senda de la prosperidad y a plena luz del sol. La fe, la paciencia, la tolerancia, la espiritualidad, una creciente confianza en la Providencia, son frutos que aparecen y maduran en medio de las nubes, las tinieblas y la tempestad. El árbol solitario expuesto a la furia de los vientos y las tormentas no será desarraigado por el huracán, sino que hundirá más y más sus raíces y extenderá sus ramas en todas direcciones, embelleciéndose y fortaleciéndose como resultado de soportar la tormenta. Este puede ser su caso. Puede carecer de simpatía y apoyo humano y sentir que su única esperanza consiste en levantar los brazos en súplica a Dios y depender sólo del Redentor para que su alma desvalida reciba auxilio. Dicho auxilio, enviado por el cielo, será extactamente lo que necesita...
Si teme a Dios, no necesita temer a nada más. Si lo complace, obtendrá todo lo que su alma anhela.


Libro: Cada Día con Dios
Autor: Elena G. de White

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